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La “Deuda Emocional” en la obra de Haruki Murakami

Daniel Esteban Coy Patiño

Artículo originalmente escrito como trabajo final para la asignatura “Seminario de Investigación en Literatura”, perteneciente al Pregrado de Licenciatura en Humanidades y Lengua Castellana de la Universidad de Antioquia.

Haruki Murakami nació el 12 de enero de 1949 en la ciudad de Kioto, Japón. Es uno de los escritores nipones que ha trascendido sus fronteras para consolidarse como uno de los autores más reconocidos de la literatura contemporánea, llegando a ser nominado en varias ocasiones al premio Nobel. Su obra se constituye principalmente de novelas, aunque también se ha desempeñado como traductor, cuentista y ensayista. En sus obras literarias se trata la soledad, la alienación, lo onírico y el erotismo, tópicos enmarcados por un ligero surrealismo.

Para este artículo, las obras leídas fueron: Tokio blues (1989), Al sur de la frontera, al oeste del sol (1992) y Los años de peregrinación del chico sin color (2013). A pesar de la distancia temporal entre la publicación de las novelas, éstas comparten rasgos en común:

  1. Una canción occidental que acompaña al protagonista en distintos momentos de la trama. Siendo “Norwegian Wood” de The Beatles para el caso de Tokio Blues; “Pretend” de Nat King Cole para el caso de Al sur de la frontera, al oeste del sol, y la pieza de música clásica “Le mal du pays”, perteneciente a la suite Années De Pèlerinage del compositor Franz Liszt.

  2. Una trayectoria vital similar de los protagonistas. Trayectoria que implica la mudanza a Tokio desde una ciudad provincial para realizar estudios universitarios y, posteriormente, desarrollar una carrera profesional en dicha ciudad.

  3. Un conflicto emocional que se manifiesta o se evoca en la treintena del protagonista y el cual tiene que ver con algún suceso ocurrido en la etapa universitaria. Conflicto que constituye el problema principal a resolver en la trama.

En este artículo, se hará un análisis de los distintos conflictos emocionales experimentados por el protagonista principal de las obras leídas a la luz del concepto “Deuda Emocional”, planteado por Vicente M. Simón¹ como:

el estado afectivo que resulta en un sujeto al adquirir un compromiso de futuro consigo mismo tras haber establecido un vínculo emocional con objetos de su imaginación, objetos que no existen en la realidad del presente. La emoción se produce porque el sujeto reacciona no sólo como si el objeto existiera, sino como si él, su self, existiera también en esas coordenadas del tiempo imaginario. Se produce, pues, un compromiso vinculante entre un objeto (lo imaginado) y un sujeto (el self del futuro), en realidad, inexistentes. (Simón Pérez, 2003, p. 329)

En este sentido, los objetos de la imaginación con los cuales se vincula el sujeto pueden ser estados de la propia persona o personas externas relacionadas con su trayectoria vital. A su vez, estos objetos se vinculan con el self del sujeto por vía emocional, siendo así el anhelo o el remordimiento las principales emociones vinculantes. También, el self es entendido como

la imagen que cada uno se ha formado de sí mismo, tanto de su forma corporal como de su perfil psicológico y social. El self es, en su mayor parte, un producto de la imaginación y, lógicamente, imposible de ser captado por ningún medio que pueda hacerlo directamente aprehensible por los demás. Otra de las características de esta imagen es la de su continua mutabilidad. (Simón Pérez, 2003, p. 331)

En otras palabras, el self es la perspectiva que el sujeto tiene de sí mismo, la cual es independiente de la perspectiva de los otros. Con esto claro, el autor establece que, para que la Deuda Emocional² se haga efectiva, son necesarias tres condiciones, siendo las siguientes:

  1. Imagen sin objeto real: imagen en la mente del sujeto, que está ligada al futuro o al pasado y se concibe como posible.

  2. Vínculo emocional con esa imagen: la imagen no existe en el presente, pero el sujeto se liga desde su self con ella. Aunque la imagen no es real, la emoción suscitada sí lo es; es decir, la emoción afecta el estado de ánimo e, incluso, puede reflejarse en la fisiología del sujeto.

  3. Compromiso voluntario con dicha imagen: el sujeto establece un compromiso a futuro con dicha representación mental, aunque puede que no dimensione realmente los alcances de dicho compromiso. Sin esta tercera condición no hay Deuda Emocional, así las dos anteriores sí se den.

Como bien se dijo, la Deuda Emocional exige tres condiciones para que sea dada³. Murakami, en sus novelas, presenta unas fisonomías intelectuales⁴ de los protagonistas que, si bien a priori no determinan la serie de acontecimientos narrados, sí le dan sentido a todo lo que ocurre dentro de ellas.

La manera en que el novelista construye estas fisonomías intelectuales es diversa en cada obra. En Tokio blues el narrador es el propio protagonista llamado Watanabe. La trama se desenvuelve según su propia visión de los hechos, visión que, según el protagonista manifiesta, puede que esté afectada por sus vagos recuerdos de lo sucedido ya que es una mirada hacia el pasado. En Al sur de la frontera, al oeste del sol, el narrador es también el protagonista, llamado Hajime. En esta novela, la trama también es contada según la visión de este personaje con la diferencia de que los acontecimientos narrados están fuertemente influenciados por su condición emocional, sobre la cual reflexiona. En la tercera obra, Los años de peregrinación del chico sin color, el narrador es omnisciente, el cual se adentra en la conciencia de Tsukuru, el protagonista, para develar las motivaciones y sentires que hay detrás de sus acciones. Con esta presentación inicial de los personajes, es posible encontrar afinidades frente a lo planteado por Umberto Eco:

son muy variados y complejos los modos de conferir fisonomía intelectual a un personaje, y ésta no emerge únicamente del comportamiento externo y del móvil juego de los acontecimientos, sino también de un fluir de pensamientos, o de descripciones preliminares. (Eco, 1984, p. 229)

Las tres obras permiten hallar esa variedad y la posibilidad de que las formas en las que se manifiesta o no la Deuda Emocional sean también diversas, lo que constituye una aplicación, así sea en ambientes ficticios como lo son las novelas, de este concepto.

La primera condición planteada para que la Deuda Emocional afecte es la imagen ligada a un objeto dentro de la mente del sujeto. En Tokio blues, la imagen asociada de Watanabe tiene que ver con su amigo de la secundaria Kizuki y la novia de éste, Naoko. Los tres conformaban un trío muy unido hasta que, a los 17 años y justo antes de acabar los estudios, Kizuki se suicida. Además, posteriormente, mientras Watanabe está ya en la universidad en Tokio —la secundaria y los eventos relacionados a ella ocurren en Kobe, una ciudad provincial—, se involucra sentimental y sexualmente con Naoko en medio de unos sucesos confusos. Esta relación se ve afectada por el hecho de que Naoko es internada en una residencia psiquiátrica y, tras algunas visitas de Watanabe, se suicida también. Entonces, teniendo en cuenta que la narración es contada por el mismo protagonista 15 años después, el suicidio de estas dos personas tan importantes para él representa la piedra angular de la imagen mental que funciona como primera condición para que la Deuda Emocional se genere.

En Al sur de la frontera, al oeste del sol, la imagen asociada de Hajime tiene que ver con Shimamoto, su amiga de primaria con la que pierde contacto una vez empieza la secundaria. Los dos conforman un vínculo especial porque son hijos únicos, algo extraordinario para el contexto en el que viven; además de que Shimamoto sufre de una cojera que provoca que le sea difícil relacionarse con sus demás compañeros, siendo Hajime su único amigo. En cierto momento, ya terminando primaria, Hajime empieza a sentir atracción por Shimamoto, solo que, por su edad, está en incapacidad para reconocer ese sentimiento. Después de perder contacto con ella, el protagonista recorre una trayectoria vital que podría denominarse “normal” (se va de una ciudad provincial para realizar estudios universitarios en Tokio, se casa y conforma una familia y vive de manera próspera). Sin embargo, ya a sus 36 años, se vuelve a encontrar con Shimamoto y ambos se involucran sentimentalmente al punto que Hajime se plantea dejar a su familia y su estabilidad por irse con ella. En este caso, la imagen mental para el personaje es Shimamoto, quien estuvo en su mente como un vínculo latente durante todos los años que pasaron desde que perdió contacto con ella al terminar la primaria hasta su reencuentro.

En la tercera novela, Los años de peregrinación del chico sin color, la imagen mental asociada a Tsukuru está relacionada con el grupo de amigos que tuvo durante la secundaria. Una particularidad de este grupo era que todos sus miembros, exceptuando el protagonista, tenían como apellido un color —de ahí el título de la obra—. Además, eran 5, tres hombres contando a Tskuru y dos mujeres, por lo que la posibilidad de formar parejas estaba presente y era Tsukuru quien, por ser el que menos encajaba —aunque no menos querido—, servía como barrera para que el involucramiento sentimental no disolviera el grupo. Lo que sucedió fue que, una vez acabados los estudios secundarios, Tsukuru se marchó de Nagoya, ciudad provincial, a Tokio, para cursar la universidad y, meses después, su viejo grupo de amigos decidió apartarlo sin motivo aparente. Tsukuru padeció depresión por este motivo e, incluso, estuvo al borde del suicidio. No obstante, logró superar la crisis y continuó con su vida. Ya a sus 36 años, empieza a salir con Sara y, tras varios encuentros, ella le hace saber que nota en él algo por resolver, él le cuenta sobre la crisis acontecida y Sara le dice que es fundamental que se devele la verdad, por lo que se ofrece a ayudarlo. En esta obra, la imagen mental para el protagonista está ligada a su grupo de amigos coloridos y al hecho de que le hayan proscrito del mismo sin razón alguna.

La segunda condición planteada por Vicente Simón para que sea dada la Deuda Emocional es un vínculo emocional con la imagen mental. En Tokio Blues, aunque Watanabe logra superar el suicidio de Kizuki, el hecho de que se involucre sentimental y sexualmente con Naoko complica su situación. Además, una vez ella es internada en la residencia psiquiátrica y, aunque Watanabe se ha comprometido a visitarla y esperarla mientras se da de alta, también se involucra con una compañera de universidad: Midori. A pesar de todo, Watanabe logra dejarle claro a su compañera, quien también tiene pareja, que tiene un asunto que resolver con Naoko. En este punto, es evidente que Watanabe ya se siente ligado a Naoko y, por su situación mental, también responsable por ella. No obstante, y a pesar de que todo iba aparentemente bien, Naoko se termina suicidando y Midori decide hacerse a un lado y alejarse del protagonista. Esto afecta profundamente al personaje, ya que, como se mencionó, la narración se da más de 15 años después, lo que muestra que el vínculo emocional aún es latente.

Para el caso de Al sur de la frontera, al oeste del sol, el asunto es más sencillo. Hajime vive su adolescencia y juventud de manera estable, aunque no sin algunos episodios que le dejarán recuerdos memorables y una no muy buena perspectiva sobre sí mismo. Además, al final de su veintena se casa y se considera una persona feliz. Sin embargo, el recuerdo de Shimamoto aún lo acompaña y Hajime manifiesta su lamento por no poder volver a verla, ya que fue la única mujer por la que sintió algo realmente fuerte antes de conocer a su esposa. Tanto así que, una vez se reencuentran, él se plantea dejar toda su aparente estabilidad con tal de hacer una vida junto a ella. Al final de cuentas, el recuerdo de Shimamoto tiene bastante peso emocional para el protagonista.

En Los años de peregrinación del chico sin color, el vínculo emocional es muy fuerte. Como se dijo, Tsukuru fue expulsado de su grupo de amigos sin razón aparente. Esta expulsión ocasionó en él una depresión que lo demacró físicamente e, incluso, casi lo llevó al suicidio. Aún así, el protagonista logra superar este episodio y continúa su vida con relativa normalidad. Después de esta crisis —que ocurre a sus 20—, Tsukuru empieza a salir con Sara y es ella la que nota en él que hay algo por resolver. Una vez se entera, ella se propone ayudarle y establece como condición que, para que ambos puedan construir una relación a futuro, es necesario aclarar el motivo de la expulsión. En este caso, el vínculo emocional con el grupo de amigos existe, solo que de manera inconsciente/reprimida y es Sara quien lo saca a la luz.

La tercera condición planteada para que la Deuda Emocional se consolide es el compromiso voluntario del sujeto para saldarla. En Tokio blues, dicho compromiso se adquiere al final, cuando Watanabe, al escuchar la canción “Norwegian Wood” en el aeropuerto de Hamburgo, y ya a sus 37 años, evoca todos los sucesos de la trama. Estos sucesos, como se aclaró, ocurrieron alrededor de sus 20 años. Y, una vez todo el relato es reconstruido, el protagonista decide llamar a Midori, con quien perdió contactó en aquella época para intentar resolver todo lo que, desde su punto de vista, quedó pendiente con ella.

En Al sur de la frontera, al oeste del sol, el conflicto principal de la trama gira en torno al reencuentro entre Hajime y Shimamoto. Como se sabe, el protagonista ha logrado una vida próspera, estable y feliz. Aún así, la aparición de la persona que le despertó a tan tierna edad un sentimiento tan profundo provoca que su mundo se venga abajo. Este es el caso más complejo, ya que Hajime está dispuesto a dejar a su familia con tal de seguir un deseo que él considera casi un destino. Y, aunque lo decide y realiza las acciones correspondientes, es Shimamoto la que con su misterio y enigma evita que esto suceda. La complejidad de este caso reside en que, para el protagonista, hacer una vida con Shimamoto es un deber existencial y, para cumplirlo, no escatima en abandonar a su esposa e hijas. Por lo tanto, Hajime sí asume el compromiso voluntario de saldar su Deuda Emocional, que es consigo mismo y tiene que ver con Shimamoto. No obstante, debido a que es ella quien no le corresponde, la Deuda nunca se salda. Pero esto origina otra, la cual tiene que ver con su familia, Deuda que sí se compromete a cumplir ante su esposa una vez toda la turbulencia generada por Shimamoto sale a la luz.

En la novela Los años de peregrinación del chico sin color Tsukuru, por consejo y exigencia de Sara, ha accedido a resolver el motivo por el cual fue expulsado de la pandilla juvenil. No hay mucho que decir, buena parte de la trama consiste en la visita del protagonista a cada uno de los miembros del antiguo grupo, por lo que la situación se termina aclarando. Una vez esclarecido el motivo, Tsukuru se da cuenta que en él había algo dormido, sentimentalmente hablando. Esto porque, ya resuelto todo, en el protagonista se despiertan sentimientos que no le habían afectado desde que padeció la crisis por su expulsión.

En este punto, se constatan las similitudes entre las tres novelas, aunque el cuadro de la Deuda Emocional de los protagonistas varíe. Por una parte, todas las obras tienen una cronología parecida: las tres tramas se resuelven a los 36 o 37 años del protagonista, cada una tiene una canción que guarda relación con los vínculos más estrechos que el personaje establece a nivel sentimental, y todas implican una mudanza desde una ciudad provincial a Tokio con el fin de realizar estudios universitarios y desarrollar una carrera profesional, además de que, alrededor de esta mudanza que coincide con los 20 años del protagonista, ocurren unos sucesos que lo marcan profundamente y se relacionan directamente con el conflicto principal de la trama.

Por otra parte, cada cuadro de la Deuda Emocional es diferente y no todos se resuelven de la misma manera. Siendo el caso de Hajime el que más complicación genera para el análisis, el de Tsukuru es el que mejor se acopla al esquema de Vicente M. Simón, mientras que el de Watanabe se mantiene en un punto medio entre los otros dos. En este sentido, hay un self característico que se acopla a los tres personajes. Su principal rasgo es que existen una serie de personas que los afectan durante un momento específico de su trayectoria vital. Dicha afección es el vínculo emocional con el cual estas personas se consolidan en la psique de los protagonistas como imágenes mentales, siendo un tipo de remordimiento el rasgo común. Remordimiento por lo sucedido con Kizuki y luego con Naoko para el caso de Watanabe en Tokio blues; remordimiento por el tiempo no compartido con Shimamoto para el caso de Hajime en Al sur de la frontera, al oeste del sol, y remordimiento por haber sido expulsado de la pandilla juvenil para el caso de Tsukuru en Los años de peregrinación del chico sin color.

Partiendo de esta especie de remordimientos, se establece un self actual en los tres protagonistas cuya característica principal es la de un vacío. Vacío que siente Watanabe una vez escucha “Norwegian Wood” después de más de 15 años de haber pasado por los sucesos de la trama, lo cual provoca que se intente contactar con Midori de nuevo; vacío que siente Hajime una vez se reencuentra con Shimamoto y se da cuenta de que había algo de mentira en su aparente felicidad, y vacío que nota Sara cuando está saliendo con Tsukuru, lo cual sirve de punto de partida para que el protagonista emprenda los viajes con los que espera resolver el motivo de su expulsión. Así pues, los tres personajes principales establecen que su self ideal pasa por la resolución de estos conflictos internos.

Después de realizarlo, una primera conclusión que deja este análisis es que los personajes no representan una complejidad a nivel psíquico. Es decir, de no ser por las situaciones en las que se encuentran, las cuales escapan en gran medida a su control, los protagonistas no tendrían alguna cualidad o rasgo característico que los hiciera destacar. En otras palabras, los conflictos planteados en estas obras de Murakami pueden pasarle a cualquiera bajo esas mismas condiciones. Lo atractivo de estas obras está en sus tramas y no tanto en sus protagonistas.

La segunda conclusión que queda de este análisis es que la Deuda Emocional, una noción pensada para la aplicación psiquiátrica, es tan propia del ser humano que, incluso, tres novelas literarias de un autor pueden encajar casi perfectamente en su planteamiento. La Deuda Emocional es quizá un conflicto intrínseco de la condición humana. En este sentido, Haruki Murakami logra, en cada una de sus obras, hacer que las narrativas constituyan episodios que tocan lo más íntimo del lector, con el mérito de no tener que recurrir a fantasías extraordinarias ni a eventos imposibles que requieran una sublimación pomposa para resolverse.

Por último, se evidencia un esquema predefinido en las obras del escritor nipón. Como se dejó claro, son bastantes los elementos comunes que comparten las tres novelas. De cierta manera, una vez conocidas al menos dos de estas tres obras, puede volverse una expectativa el que, en una siguiente lectura de Murakami, se den conflictos parecidos o se encuentren elementos similares. Aún así, cada una de las novelas es un viaje único por las calles de Tokio y las similitudes que tengan pueden ser percibidas como un sello característico del autor.

Notas

  1. Vicente M. Simón Pérez es médico psiquiatra de la Universidad de Valencia (España). También, es catedrático de Psicobiología de la misma universidad. Se ha dedicado, a su vez, al estudio de la conciencia y a la práctica de la meditación; ha realizado publicaciones sobre el tema y es promotor del mindfulness en su país, impartiendo cursos y talleres orientados a los profesionales de la salud mental. El mindfulness es, en términos generales, una práctica meditativa que consiste en prestar atención al momento presente, sin vincularse con la experiencia pasada ni con las expectativas futuras. Es en este marco donde Simón Pérez propone la “Deuda Emocional”.

  2. También, Vicente Simón afirma que, relacionado con este compromiso voluntario, existe una autoexigencia por parte del sujeto para saldar dicha deuda; aunque esto puede darse de manera tanto consciente como inconsciente o, incluso, estar reprimida. Esta autoexigencia está basada en una situación del self presente en relación con una situación futura, cuya diferencia radica en el saldo de la Deuda Emocional. En este sentido, la situación futura concierne a un self ideal y la intención de llegar a ese estado es la energía de la que se alimenta la Deuda. En palabras del autor, “Si el sujeto no desea, no ambiciona, no aspira a que su self reúna determinadas características en el futuro, la Deuda no llega a producirse” (Simón Perez, 2003, pág. 332). Además, existe una relación con el self del pasado que también genera tensión con el actual. Esta tensión se basa en una resistencia del sujeto para aceptar su realidad anterior objetiva, por lo que el self del pasado es una imagen distorsionada de un episodio del pasado real. Sobre esta resistencia es que emerge lo problemático de mantener una Deuda Emocional, pues provoca que “las imágenes del pasado relacionadas con el episodio se repitan periódicamente, reavivando así una y otra vez toda la constelación emocional, o bien que la herida se mantenga latente en el inconsciente y desde ahí ejerza sus efectos negativos sobre la vida real del sujeto” (Simón Pérez, 2003, p. 332). Por lo tanto, es necesaria una liberación de la Deuda para que los síntomas asociados a ella se disipen, acabando así con el malestar psíquico que el sujeto padece.

  3. Es de destacar que sobre esta noción de Deuda Emocional no se hallaron más autores que la desarrollaran —aún en lengua inglesa—, lo cual deja claro que el concepto requiere de mayor abordaje por parte de la comunidad científica y académica. Sin embargo, lo planteado por Vicente M. Simón otorga la ilustración necesaria para examinar las obras de Murakami a la luz de dicha noción.

  4. Es necesario realizar una “Fisonomía Intelectual” de los tres protagonistas que serán sometidos al análisis. Umberto Eco, en su obra Apocalípticos e integrados, y apoyándose en el filósofo húngaro Georg Lukács, presenta el concepto de “Fisonomía Intelectual”. Esta noción es entendida como “aquel perfil que adopta el personaje, por el cual el lector consigue comprenderlo en todas sus motivaciones, coparticipar sentimentalmente en sus movimientos e identificarse con él intelectualmente, como si, en vez de una narración, [se tuviese] entre manos un complejo tratado bio-psico-socio-histórico sobre dicho personaje” (Eco, 1984, p. 228). Con base en esto, la fisonomía intelectual de un personaje posibilita su comprensión en relación con los hechos de la trama.

Referencias

Eco, U. (1984). Apocalípticos e Integrados. Barcelona: Editorial Lumen.

Murakami, H. (2008). Al sur de la frontera, al oeste del Sol. Editorial Tusquets.

Murakami, H. (2013). Los años de peregrinación del chico sin color. Editorial Tusquets.

Murakami, H. (2014). Tokio Blues. Editorial Tusquets.

Simón Pérez, V. M. (2003). La Deuda Emocional. Psicothema, Vol. 15 núm. 2, pp. 328-334.

 

Daniel Esteban Coy Patiño (Itagüí, 1995). Estudiante de Licenciatura en Literatura y Lengua Castellana de la Universidad de Antioquia. Artista y docente de ELE. Actualmente es docente de ELE en Valley Spanish School y se encuentra trabajando en su próximo álbum musical. Sus textos han aparecido en otros números de Cosmogonía.

Artículo tomado de la revista Cosmogonía, No. 13 (2024)

Portada revista Cosmogonía No. 13 (2024)

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